La guerra
es solo nuestra.
Solo a
nosotros pertenecen los fusiles.
Los
cañones son de otros.
Son
demasiados caros y nunca
pudimos costearnos el capricho.
La guerra
no la empezó mi madre
con ese
no rotundo que siguió al nacimiento de Tomás.
Ni la
empezó mi padre,
que oía
llover, pero no lo escuchaba.
Alguno
pensará que la guerra la empezamos
mis hermanos
y yo,
que sembramos
un campo de barbecho
con margaritas
muertas.
No. La
guerra siempre fue.
La guerra
siempre es.
Siempre será
la guerra.
Nosotros
viviremos siempre en guerra.
No nos
verán morir las camas
de hospital.
Nosotros
moriremos en campos
de batalla
Con el
fusil en ristre y las
botas atadas.
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