(Sin) Recursos
abismo
de perderme entre las letras.
Versos, palabras, rimas,
primas
hermanas todas de mis neuras.
Cuarteto, rima asonante, verso libre,
¡dios me libre!
de enredarme en los {b}versos de su lengua.
El perro de mi vecina baila flamenco mientras me sangra a borbotones la herida que me hice anoche cuando intentaba colarme por tu ventana.
¿No son herías y mis-herias?
Entramos en un túnel. Todo estaba oscuro. El tren avanzaba lentamente, paso a paso, como un animal cansado. Me asomé por la ventanilla, pero no se veía luz. El tren seguía avanzando despacio. No llegábamos al final y empezaba a ponerme nerviosa. Respiré hondo y me dije que tenía que tranquilizarme, que pronto estaríamos fuera, bajo la luz del sol. Imposible, no conseguía calmarme, todo lo contrario. Empecé a sentir una increíble angustia y la necesidad de saltar, de huir de allí. La oscuridad lo invadía todo, avanzaba lentamente y comenzaba a colarse en mi cabeza. Respiré hondo, pero no lograba encontrar la serenidad. No sé cuánto tiempo pasó hasta que oí su voz: "Tranquila, pronto llegaremos al final". Me surmegí en sus ojos y sentí que la calma se iba haciendo camino dentro de mí. Volvía a respirar. Conseguí que mi respiración se acompasara y volviera a su ritmo normal. Entonces la oscuridad desapareció y se hizo la luz al final de aquel túnel.
Últimamente me siento etérea y me muevo por la vida con la levedad de una hoja mecida por el viento. He llegado a pensar que se trata de una dieta milagrosa que he emprendido sin siquiera darme cuenta o que, quizá, la gravedad en la Tierra ha cambiado y se parece más a la de la Luna. Últimamente paso más tiempo en la Luna del que debiera y curiosamente, no me importa. Últimamente me acuerdo demasiado de aquello de "cuatro esquinitas tiene mi cama, cuatro angelitos que me la guardan" y se me pinta una sonrisa en la mirada. Últimamente no me cabe la vida entre las manos y se me escapa por cualquier hueco que encuentra. Últimamente duermo con miedo a despertarme y que se haya ido todo al traste.
Siempre he pensado que en la vida, hay que saber torear: un par de pases de pecho, una verónica y un par de banderillas que te ayuden a lucirte; estar cerca de la barrera, por si la cosa se pone fea y hay que salir corriendo; y si el picador se pasa de listo y casi te mata al toro, pues mejor, unos pases que te ahorras. Y ahora, a estas alturas, cuando ya he dado algunos pases, decido que quizá es el momento de hacer un cambio de tercio, de arrimarse bien, mancharse de sangre, y olvidarse de la barrera y del picador; mirar de frente al toro, a lo ojos, y decirle "aquí estoy yo".